¿A quién no le ha pasado alguna vez? Aprovechamos una oferta imbatible, nos regalan una muestra, vemos una publicidad de un nuevo producto y no podemos resistirnos a probarlo aún teniendo un tarro abierto…
Muchas veces ocurre que tenemos dos o tres tarros de crema abiertas de forma simultánea, pero resulta que usamos siempre el mismo, de modo que los otros dos quedan arrinconados en el armario. Cuando al fin se acaba (sobre todo si no somos muy constantes en ponernos crema) nos encontramos con otro tarro, que no recordamos desde cuando está abierto.
La tendencia general en cosmética es utilizar productos cada vez más naturales, por lo que hay que tener en cuenta que los cosméticos se estropean porque cada vez se le ponen conservantes más suaves y con menos químicos. Una crema en mal estado puede llegar a provocar un sarpullido, así que mejor tener cuidado con lo que se usa.
Lo primero que tenemos que mirar antes de usar cualquier bote que hayamos encontrado en el último rincón del mueble del lavabo, es la fecha de caducidad. Después, comprobaremos si está o no precintado. Si está bien de fecha y está precintado, no hay problema. La duda nos puede entrar cuando nos encontramos que está caducado o ya está abierto, y en algunas ocasiones, incluso con señales claras de haber sido utilizado (típica crema facial que cogemos con los dedos)
En este caso, lo primero que hacemos es observar la textura y olerlo:
- Si la textura es la normal, y huele bien, podemos usarla tranquilamente.
- Si la textura es buena, pero el olor ha cambiado y se inclina al rancio suave, ya podemos saltar una alarma.
- Si la textura tiene aspecto de “cortada” pero el olor no ha cambiado, ahí tenemos otra alarma.
- Si han cambiado tanto la textura (que aparece como “cortada” y el olor que desprende es claramente a rancio, ha llegado el momento de despedirnos: vaciar la crema en la basura y poner el tarro en el contenedor de reciclaje que corresponda.
Si nos encontramos en la tesitura de no saber qué hacer porque nos han saltado alguna de las dos alarmas anteriores, ya hay que entrar a valorar hasta qué punto nos merece la pena utilizarla.
Lo primero que siempre hay que recordar, es que una crema que huele a rancio, no debemos utilizarla para ninguna zona del cuerpo susceptible de ser olida por quien nos rodea, pero puede resultar estupenda para usar en las piernas, por ejemplo. Seguro que nos hidratará estupendamente aunque el olor no sea tan puro.
Si el olor es bueno pero lo que cambió fue la textura, excepto para las zonas delicadas de cara, cuello y escote, la podríamos usar sin problema en los brazos o el tronco por ejemplo y si es muy cremosa, nos irá genial seguro en los codos, las rodillas o los pies (y encima unos calcetines de algodón) justo antes de acostarnos.
Sea como sea, hay que encontrar un término medio. No hace falta tirarlo todo, pero tampoco conviene arriesgarse a una reacción dermatológica.
Y bueno, hasta aquí llegamos hoy ¿tú también sueles acumular cremas abiertas a medio gastar?
¿Cómo las aprovechas? Explícamelo en un comentario
Y ¡¡Recuerda suscribirte!!
Un beso de Pepa Tabero.